Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.
Satie, el camino íntimo hacia otros mundos

El 1 de julio próximo se cumplirán cien años de la muerte en el Hospital de San José, en París, de Erik Satie a los 59 años. Estuvo seis meses allí hospitalizado, aquejado de cirrosis, complicada por una doble neumonía. Cuando sus amigos acudieron al pequeño apartamento, en Arcueil, cerca de París, donde vivió los últimos años de su vida, descubrieron entre otras cosas una ingente colección de paraguas y un piano en estado de abandono que no se utilizaba desde hacía años. El compositor escribía sus obras, una parte muy importante de las cuales es para piano a dos o cuatro manos, sin servirse del instrumento. También había partituras inéditas, dibujos y cuadros.
“Satie, que fue impresionista y neoclásico antes que nadie, también ha sido el profeta que anticipa la transformación del mundo del consumo musical. Ha sabido anunciarlo todo, prepararlo todo y encontrarlo todo antes que los demás”. Son palabras del compositor Llorenç Barber.
La muerte de Satie se producía tan solo unos meses después de la publicación del Manifeste du Surréalisme,escrito por André Breton, el llamado papa negro del movimiento surrealista. Muchos años después, en 1955, Breton reconocía que “el tránsito del siglo XIX al XX no ha producido ninguna evolución de espíritu tan fascinante como la suya”.
Satie fue un personaje marcadamente excéntrico, que vivió siempre en soledad y del que solo se conoce una relación de pareja, la muy apasionada que vivió durante seis meses con la pintora impresionista Suzanne Valadon. En sus Mémoires d’un amnésique asegura: “Todo el mundo os dirá que no soy un músico. Es justo. Desde el principio de mi carrera me clasifiqué enseguida entre los fonometrógrafos”. Añadía que ninguna idea musical había presidido la composición de sus obras: “Es el pensamiento científico el que domina”.
Aunque sería inexacto clasificarlo estrictamente como un surrelista, presentó un marcado interés por epatar y por un extravagante sentido del humor, tendente al absurdo, en su polifacética actividad, desde sus escritos hasta sus dibujos, pasando por la importante producción musical. Los títulos lo ilustran claramente, como las citadas Memorias de un amnésico o los Cuadernos de un mamífero. En cuanto a las obras musicales, se pueden citar los muy célebres Tres fragmentos en forma de pera, los Embriones desecados, las Piezas frías o los Preludios fláccidos (para un perro).
En una ocasión se hizo siete trajes iguales de terciopelo verde que estuvo utilizando durante años. Más adelante se inclinó por el cuello duro, traje negro y bombín, elementos que recuerdan las figuras representadas en los cuadros del surrealista René Magritte.

En su juventud frecuentó el cabaret Le Chat Noir, donde llegó a trabajar como pianista. Tuvo siempre una relación estrecha con el poeta Patrice Contamine, que había nacido en Tarragona, en cuyos poemas están basadas las Sarabandes y las Gymnopédies de Satie. También es de Contamine el texto de la ópera cómica Geneviève de Brabante que escribió el compositor. Fue amigo de Claude Debussy, de Ígor Stravinski, del pintor Ramon Casas, del pianista Ricard Viñes, que estrenó muchas de sus obras, y de Pablo Picasso. El pintor malagueño diseñó los decorados y el vestuario del ballet Parade, para el que Satie escribió la música sobre un poema de Jean Cocteau. El estreno en el Châtelet de París, en 1917, por los Ballets Rusos de Diaghilev, con coreografía de Léonide Massine, fue todo un éxito.
Se integró en la orden secreta de la Rosacruz, sobre la que escribió en 1892 las Sonneries de la Rose+Croix,para arpas y trompetas. En 1914, tras el asesinato de Jean Jaurès, se afilió al partido socialista y en 1921 ingresó en el partido comunista. También fue mentor del Grupo de los Seis, de compositores, del que Cocteau fue portavoz. Desde 1919 estuvo en contacto con Tristan Zara y el movimiento dadaísta, así como con André Breton y los surrealistas. Cuando en 1922 se produjo la ruptura entre unos y otros, Satie mantuvo la relación con ambos.
Se había formado en el Conservatorio de París, en el que ingresó en 1879, aunque los profesores lo consideraron falto de talento y lo rechazaron, si bien volvió a ser admitido en 1885. Cuando contaba cerca de 40 años, se inscribió en la Schola Cantorum de Vincent d’Indy para estudiar contrapunto. Aunque la mayoría de las obras de Satie son breves, hay alguna excepción. La más llamativa es Vexations, para piano, con un motivo musical que debe ser repetido 840 veces, y que el compositor John Cage tuvo la paciencia y la voluntad de interpretar al pie de la letra.
Satie fue un adelantado a su época al descubrir caminos sencillos hacia una nueva sensibilidad musical, ajena a la herencia romántica alemana dominante. En sus composiciones para piano busca nuevos sonidos de manera sencilla utilizando escalas modales e innovaciones armónicas. Con justicia sus Gymnopédies yGnossiennes se han convertido en las preferidas del gran público por su atractivo lenguaje íntimo y melancólico. Las composiciones de Satie recuerdan la célebre frase de Paul Éluard, pues descubren otros mundos que están en este.
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